A I. Ch.,
que me llevaba a mi casa en su auto
El trabajo de los dinosaurios
no es el de los dedos de tus pies,
ni menos el de la musculatura de tus brazos,
que fascinándome éstos
y conduciéndome aquéllos
apenas alcanzan a trasladar
mi febril imaginación
de aquí para allá,
de esta avenida a la otra,
por las finitas carreteras
que, sin llevarme a la muerte,
imaginar me hacen el candor
de los lejanos reptiles
que, tras intensa cacería,
carne a sus crías llevarían
de los incautos seres
sobre los llanos atentos
al verde crecimiento
de plantas sobre la tierra
que, sin dejar de rotar,
ensañose sobre todos,
bebiolos
e hízolos combustible
del amor de tu tobillo
que pulsando el acelerador
con el ya apenas esfuerzo
de los extintos seres
y la mucha paciencia
de tu constancia
a mi casa me lleva.
Lima, 30 de marzo de 2007