Ni tuit ni post ni #instapic podrían
detrás de su muy tierna arrogancia
volcar con precisión la ignorancia
de quienes en el timeline se abrían.
En público escrutinio se verían
debajo del pulgar sin quiromancia,
pulsados hasta abajo por el ansia
de algún usuario en quien no pensarían.
Acaso éste vería publicados
imágenes, sesudos pensamientos
ajenos desfilando ya por cientos,
y al verlos intuiría en los estados
de otros el anhelo que traía
de asir el tiempo en cuanto se perdía.