Un patio amplísimo al mediodía,
con piedrecillas numerosísimas, capaces de rasgar rodillas y codos.
Una turba enardecida cuyo furor cerca resuena.
Un vacío en el estómago como de nunca haber comido carne ni pescado ni fruta ni placer perdurable,
solo verduras amargas
en una mesa de madera larga, larguísima,
mientras en otra habitación huele a jazmines.
Un saberse que de pronto
la sangre derramada
de uno o de quien fuera
habrá de resecarse por la tierra
bajo el calor del sol,
cuya muerte su combustible durante millones de millones de años quema
sobre cabezas de hombres.
Un sentirse rodeado por cientos o miles de personas
cuyo gritar jamás pronunciado se guarda secretamente en la garganta
camino del trabajo
o de algún bar hacia la casa
o de la escuela
cargando en la mochila la tarea no hecha, la copa que se bebe no se sabe por qué, el reporte no acabado,
mientras la billetera vacía,
la garganta seca,
el corazón palpitante,
el patio de piedras,
la multitud sonora
se encuentran.
Escrito siguiendo el consejo del día 4 de GloPoWriMo.