Son meses los que me he paseado en Facebook
y no he mandado a nadie los saludos
debidos a quienes cumplieron años
rodando en el planeta de los vivos,
tal cual si para mí estuvieran muertos.
Seguro es el efecto del olvido.
Son tantos mis pendientes que me olvido
—incluso aunque me lo recuerde Facebook—
de que quienes no están entre los muertos
esperan en su día los saludos
para caer en cuenta de que vivos
permanecen, aunque pasen los años.
En mi vida han pasado tantos años…
A veces fantaseo que si olvido
mi propio cumpleaños, muchos vivos
me lo recordarían en el Facebook.
Entonces pienso en todos los saludos
que en vida recibieron los ya muertos.
Es cosa grave pensar en los muertos,
aquellos cuya ausencia dura años…
¡siglos!, siglos sin recibir saludos
sumidos en el reino del olvido,
allá, allá lejos, adonde Facebook
no envíe los mensajes de los vivos.
Es cosa grave pensar en los vivos
haciéndose a la idea de que muertos
finalmente seremos, sin que Facebook
más nada pueda hacer por darnos años
longevos que nos libren del olvido
y diéranse por siempre los saludos.
Y sin embargo siempre los saludos
circulan en el mundo de los vivos,
seres ligerísimos. El olvido
acaso nos aguarda entre los muertos,
acaso donde el paso de los años
es una cuenta nunca abierta en Facebook.
Me lo recuerda Facebook: ¡doy saludos
a quienes cumplan años y estén vivos!
A quienes ya estén muertos: no me olvido.
Imagen de cabecera: Arnold Böcklin, ‘La Isla de los Muertos’, versión 3 (1883), Berlín.