Elogio del sueño. Villancico que canta un peruano cínico y malhablado, casado con chilena, que se quedó dormido en el trabajo

La vida deseada
la sueño: lo sé,
yo dormir sé.

La luz matutina
me llama al trabajo;
yo digo: «¡Carajo!,
prefiero mi mina».
—Su voz santiaguina
me pone: lo sé,
yo dormir sé.

Ya marco tarjeta
quizá un poco tarde
(la mano me arde:
memoria de teta).
Su reloj sujeta
mi jefe: lo sé,
yo dormir sé.

Las horas se pasan
asaz lentamente,
las tablas mi mente
encuadran y tasan,
mis ojos se casan
con sueños: lo sé,
yo dormir sé.

Despierto, me hago
que atento trabajo.
Mi jefe: ¡Carajo!
¿Para esto te pago?
¿Cómo me deshago
de ti? —No lo sé:
yo dormir sé.

En eso nos llega
la hora de salida,
de pronto mi vida
se siente en la vega
del gozo: despliega
sus sueños —lo sé,
yo dormir sé—.

Mas luego me adentro
al tráfico denso.
En mi mina pienso
y en oración entro:
—¡Apura mi encuentro
con ella! Lo sé,
yo dormir sé.

Dios pronto se apiada
de mi desespero:
luz verde primero
y estoy con mi amada.
Su piel desnudada
invoco. Lo sé,
yo dormir sé.

Es toda blancura
la piel de mi esposa;
en ella se goza
—la tengo bien dura—,
pero ya me apura…
¿mi jefe? ¿Qué sé?
Yo dormir sé.

—Pendejo, ¡despierta!
—escucho a mi jefe—,
¿o soy mequetrefe
de tu burla cierta?
—’Cha que oe, ¡acierta!
—le digo—, lo sé:
yo dormir sé.

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