A mi melliza,
cuyo regalo de cumpleaños olvidé
mientras en cambio ella me dio un paquete de cuidado para la piel
La cara se me cae ya de la pena
por no haberte ofrecido algún regalo
el día diecïocho de este octubre,
ese en el que tú y yo cumplimos años
de haber aparecido en este mundo
que gira muy carente de belleza.
Me diste mi primer kit de belleza
facial y masculina sin la pena
de quien, sin entender mucho del mundo
—ese soy yo—, se asusta del regalo
que das por prevención ante los años
que se nos acumulan en octubre.
¿Qué cosas te diré en este octubre?
Tú sabes bien que en pos de la belleza
siempre estuve, sin importar los años
de mi edad, y que así busqué sin pena
doquiera de la vida algún regalo
que oculto nos tuviera este mundo.
Y así fue que rodando por el mundo
me ves desposeído en este octubre
—si no fuera por ti— de mi regalo:
incrédulo, topé con la belleza
y luego la perdí. Es una pena
imaginar si así estaré por años.
Años de soledad, años de años
buscando discernir si en este mundo
debemos apurarnos nuestras penas
entre la sucesión de los octubres
como si algún atado de belleza
aguardara por nos cual un regalo.
No hagas eso tú. No hay regalo
oculto en la apariencia de los años
que guarde una promesa de belleza.
Tal es tarea tuya: darle al mundo,
octubre tras octubre tras octubre,
el don de tus trabajos y tus penas.
Sin pena, yo te doy este regalo:
los años en que ruedes por el mundo,
sea octubre la ocasión de tu belleza.
Nota
Imagen de cabecera: Manuscrito del poema. Foto: Álvaro Sialer Cuevas.